Es difícil hablar de cómo me siento cuándo no tengo ni la más mínima idea de qué es lo que siento. Es como describir un vacío que no lo es, un silencio que en su constancia se ha vuelto canción. La claridad es un don tan escaso hoy día que, cuando tienes un atisbo de ella, nace la necesidad de escribir torres de páginas con el regalo que ella te brinda. ¿Dónde habrá quedado mi suerte? ¿Cuándo tendré el regalo de ver lo que no puedo querer no poder ver?
Si tan solo fuese dueño de esos minutos, los escurriría en hojas para no olvidar que sí, que yo sí pude ver profundo en la oscuridad que se esconde detrás de mi arquitectura social de todos los días. Sin deseo, sin aspiración... meramente aprendiendo a amarse para entender que las sobras y huesos que te ofrecen no las mereces. Toma coraje aventurarse a tus cantones más salvajes, a verte en lo primitivo.
Se agradece el gesto de piedad, pero la simpatía esta sobrevalorada. Prefiero los picosegundos de ternura que tus milenios de cortesía. Adiós extraño, tú que eres tantos. Al rato te diré hola de nuevo, porque sé que evadirse de tu laberinto es trabajo eterno.
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