22/2/14

La crisis venezolana

Caracas, 20 de Febrero, 2014.

Hay una crisis en Venezuela, una crisis que tiene raíces políticas, económicas y sociales. Más allá de tomar postura firme sobre el asunto, este artículo es un intento de explicar estas raíces y sus consecuencias desde mi punto de vista y como estos eventos estan afectando diariamente al venezolano promedio.

Yo vivo en un país polarizado. Desde 1998 el escenario político cambió cuando Hugo Chávez asumió la presidencia e inció lo que él llamó "Revolucion Socialista Bolivariana". Esta revolución se basó supuestamente en el hecho de que a pesar de contar con uno de los ingresos per cápota más altos de Latinoamérica, aproximadamente 70% de nuestra población vivía en la pobreza. Esta desigualdad fue vista como causada por la corrupción gubernamental de los partidos tradicionales que se intensificó en los años 70 y 80 del siglo pasado. Chávez inició entonces una suerte de "purga" del campo político, efectivamente aplastando a los viejos partidos y apoderandose lentamente de todas las instituciones y poderes públicos de la República.

Consecuencia de esto, hoy tenemos a un Tribunal Supremo de Justicia en el que hay jueces que abiertamente han apoyado (o siguen apoyando) al partido de gobierno (PSUV); jueces que fueron designados en su cargo por una Asamblea Nacional en la que las fuerzas de este partido de gobierno son abrumadoramente aplastantes. La ley electoral fue cambiada por ambas instituciones para permitirle al partido de gobierno un control confortable de todo puesto de elección popular, basado esto en el apoyo de una mayoría importante de los votantes con el que contaba el PSUV, al menos hasta abril del año pasado.

En ese momento la crisis política se desató. La negativa del partido de gobierno a reconocer la mera existencia de personas que lo adversan tomo forma como censura de medios en los que se exponían las visiones y voces de la oposición, persecusión política y el desarrollo de una retórica agresiva (Uso de descalificaciones como "escuálidos", "facistas", "golpistas", "traidores", "vendidos", etc.) con el objetivo de destruir las bases morales e ideológicas de cualquier líder que no comulgara o apoyara a la revolución. Esto llevó a una profunda división de la sociedad venezolana en tres "lados": los "chavistas", seguidores fieles de Chávez y su partido; "opositores (escuálidos)", que es todo el que esté en contra del partido y sus políticas; y los llamados "ni-ni" o neutrales, que no apoyan abiertamente a ningún lado pero que en parte se movilizan durante la época electoral.


El principal problema es que, cuando una sociedad se polariza, el conflicto surge. La oposición culpa al gobierno de que sus políticas fallidas y actitu antidemocrática han llevado al país al caos, mientas que el gobierno acusa a la oposición de un contínuo plan de desestabilización/ golpe de estado/ invasión extranjera que nunca se materializa y cuyas pruebas nunca presentan. Pero más allá de las élites políticas, esta división afectó la vida del venezolano promedio: familias que se distanciaron, amistades que se perdieron, lugares de la ciudad a la que no podías ir con un símbolo de tu preferencia política por miedo a la agresión física. La discriminación política se convirtió en moneda de circulación corriente en muchas compañías, tanto privadas como públicas.

Ahora, entrando en el aspecto más filosófico: es un hecho innegable que el PSUV ha ganado la mayoría de las elecciones que se han llevado a cabo desde 1998. Sin embargo, una pregunta surge: ¿El ganar una elección significa que puedes imponer tu visión y tus deseos sobre la minoría que no te apoya?

Recordando la frase de Lord Acton: "El mal prevalente de la democracia es la tiranía de la mayoría, o mejor dicho de ese partido, no siempre mayoritario, que gana, por la fuerza o por el fraude, una elección". Yo creo que esto es lo que vivimos en Venezuela.

Estos tipos de gobierno no son extraños a la dinámica política de cualquier sociedad: si ellos pierden su base de apoyo, si hay suficiente descontento, caerán. Desafortunadamente, lo que los hace diferente a los gobiernos verdaderamente democráticos es que ellos no caerán sin antes dar una pelea y, tristemente, es eso lo que estamos viviendo en mi país ahora: la lucha por permanecer atornillados al poder.



La calidad de vida en el país se ha deteriorado de una manera acelerada en los últimos dos años. El problema de la violencia afecta a cada rincón de Venezuela, desde los pueblos más rurales a las ciudades más grandes; desde el obrero al empresario. Tan solo en 2013 murieron 25.000 personas victimas de la violencia, la mayoría asociada a crímenes como robos, secuestros, luchas entre pandillas y narcotráfico. Este número palidece frente a los 9.000 ciudadanos muertos violentamente en Iraq, un país en el que bien sabemos que hay una guerra intenstina en desarrollo. La tasa de impunidad es tan alta que se estima que de cada 10 criminales atrapados por las fuerzas policiales, 9 quedarán libres y sin cargos en menos de 48 horas. La tasa de homicidios es tan alta que se estima que un venezolano es asesinado cada 30 minutos en alguna parte del país.

La perspectiva económica no es esperanzadora tampoco. El gobierno adoptó en 2003 una tasa de cambio fija en la que ellos decretan el valor del dólar y controlan todos los mecanismos de adquisición de divisas. Esto ha creado una fuerte distorción en la economía porque hay muy pocos dólares disponibles para satisfacer la demanda, aunado a la profunda corrupción administrativa en la asignación de las divisas (casos famosos como el maletín de Antonini, el cadivismo deportivo, las empresas de maletín, entre muchos otros). Al día de hoy, la tasa oficial está fijada en 11,70 bolívares por dólar, pero obtener divisas a este precio es tan difícil para la mayoría de las empresas y ciudadanos que es natural el surgimiento de un mercado negro, donde la tasa es hasta 8 veces superior a este valor (hoy la tasa cerró en 89 bolívares por dólar). Como la mayoría de los bienes de consumo en el país no son producidos en Venezuela (es mucho más barato importarlos que producirlos internamente), el salario real ha perdido su valor (por ejemplo, mi sueldo de 8.000 bolívares equivale realmente a aproximadamente 90 dólares, mientras la gran mayoría de venezolanos gana sueldo mínimo de aproximadamente 3.200 bolívares)

Esta distorción tiene un lado aún más macabro: escacez. Hoy día es un milagro el encontrar todos los artículos básicos en un solo lugar; la mayoría de los venezolanos deben hacer peregrinaje a diferentes mercados y supermercados para adquirir todo lo que necesitan. Y no estoy hablando de carne de ternera o queso importado: hablo de no encontrar leche, azúcar, harina...incluso papel higiénico. Ayer tuve la suerte de encontrar jabón para lavar, así que compré 3Kg solo en caso de que no vuelva a encontrarlo en los próximos meses.



Todo esto ha creado una mezcla explosiva en el país. Todo lo que hacía falta era una chispa para encender el fuego y el intento de violación cometido por un escolta del gobernador del estado Táchira dentro de una universidad de ese estado, lo hizo. Los estudiantes, indignados por este hecho, tomaron las calles de San Cristóbal, la capital del estado, e inciaron una fuerte protesta que duró por varios días ganando fuerza y expandiéndose por los estados andinos hasta el 12 de Febrero, día de la juventud en Venezuela, cuando algunos líderes de la oposición llamaron a una manifestación en Caracas y otras ciudades del país en apoyo a los estudiantes y agregando a la protesta la exigencia de un cambio político y económico del gobierno.

Esto desató una oleada de protestas y revueltas a todo lo largo del país, en su mayoría por personas de la clase media. Hay 8 personas oficialmente reconocidas como muertas durante las manifestaciones, pero hay reportes de muchas más, incluyendo varias desapariciones forzosas. En un solo día el gobierno apresó a casi 300 estudiantes, abusando físicamente de ellos y, según reportes, hasta torturándolos y violándolos.



El uso de la fuerza por parte de la Guardia Nacional ha sido fuertemente criticada: imágenes y videos muestran pruebas contundentes de soldados lanzando gas lacrimógeno y disparando balas de verdad contra ciudadanos y edificios residenciales, incluso allanando viviendas ilegalmente. Hay evidencia de abuso físico e incluso asesinatos por parte de la guardia.

¿Qué le queda entonces al venezolano promedio? La mayoría de la gente está descontenta pero teme expresarse por miedo de perder su trabajo o peor, su vida. Y la negativa de ambas partes, gobierno y oposición, a negociar una solución para la crisis, nos hace a muchos sentir desesperanzados. No queremos mas sangre en las calles, pero no podemos permitir que nuestras libertades de expresión y prensa son suprimidas, mientras gente menor a 25 años es asesinada en manifestaciones y mientras tengamos que hacer colas de 2 horas solo para obtener una ración de pollo a precios accesibles.

Trato todos los días de recordarme a mi mismo que sí hay caminos para salir de esto, pero es imposible sacudirse la oscura sensación de que no llegará en el corto plazo. Mi única esperanza ahora es que el resto de mundo se refleje en el espejo venezolano y los peligros de permitir que las mayorías políticas aplasten a los demás.


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