7/4/14

De "la salida" a "la alternativa"

Dos meses, decenas de muertos, cientos de heridos y miles de detenidos después, ¿qué nos han dejado las protestas como ganancia? ¿Estamos más cerca de "la salida"?

Yo siento que no. Siento que estamos en un punto muerto, un estancamiento causado por la falta de escrúpulos del Gobierno Nacional/PSUV/"Instituciones" del Estado y por la falta de cohesión en la oposición. Sin referirme mucho a lo que no podemos cambiar (la carencia de valores democráticos de todo el aparato partidista del PSUV), esta riña interna entre los opositores nos está haciendo cuesta arrriba el logro del objetivo común de todos: cambiar de una buena vez a este país, entendiendo que el cambio no termina en tener otro presidente, sino tener una Asamblea Nacional que legisle para el país y no para un partido, que el Tribunal Supremo de Justicia y Fiscalía Nacional trabajen en pro de la justicia y no de los intereses de un grupo de poder, que tengamos una Defesoría del Pueblo y una Contraloría General que de verdad cumplan con su labor constitucional, etc, etc...

Y es que la falta de cohesión es lo que me ha perturbado desde el inicio: ningun líder o factor político-social debería tratar de imponer su agenda sobre la de otros, mucho menos cuando entre todos queremos lo mismo, porque al final el esfuerzo de divide. Y no hablo de la MUD que, en mi opinión, solo debería entenderse como una coalición electoral. Hablo de la sociedad en general. Y hablo especialmente del valor de la lucha no violenta como mecanismo de cambio en las sociedades.

Cuando aquel 27 de Mayo de 2007 yo, junto a miles de mis compañeros, salimos a las calles a denunciar el abuso y el autoritarismo con el que se silenció a un medio de comunicación nacional y se prentendía cambiar la constitución, ninguno de los que estabamos allí tenía una agenda, ni una estrategia, ni una hoja de ruta de como hacer las acciones de calle que eventualmente llevaron a la derrota de la Reforma Constitucional. En esos días en los que probé por primera vez el asqueroso sabor de los gases lacrimógenos a los que tanto me acostumbraría después, había poca articulación, pero sí mucha cohesión entre todos: el ideal de que este país se merece mucho más y que lo podemos cambiar, que podemos todos vivir en paz y en prosperidad. Yo en esos dias era (y sigo siendo) una cara más del montón de rostros en las calles, un par de manos más alzadas al cielo pintadas de blanco que le gritaba al país y al mundo que la enorme mayoría de los jóvenes no creía (y estoy seguro que sigue no creyendo) en la violencia como un medio para arreglar las cosas.

Claro, en esa época estabamos embriagados con el idealismo del verdadero amor a la Patria, ese que te hace decirle a tus padres "No me importa si me matan, si con mi sangre este país cambia por fin para bien". Esa era la época en la que nos sentíamos en la gloria subiendo escaleras en Petare para llevar volantes y hacer charlas sobre lo peligrosa que era la Reforma, o cuando por inciativa propia nos bajamos en la estación Perez Bonalde a informar y volantear en el bulevar de Catia. Era la época en la que le veíamos la cara a esa gente que ningún político de esos tiempos parecía querer voltear a ver.

Hoy, pareciera que no hay nada que cohesione a la protesta, aunque existen miles de ideas para hacerlo. Hoy pareciera que solo la desesperación y la rabia aglutinan pero no unen a todas las voces que adversamos a este Gobierno.

Creo que es momento de que todos entendamos que la lucha no violenta y de resistencia es algo que necesita más que una cacerola o una barricada, o que caerle a piedras a la GNB todas las noches en Chacao. Estoy convencido que la respuesta a la represión ya se volvió válida al ver los abusos y crímenes que las polícias y los militares han cometido contra los civiles que deberían proteger, pero quedarse ahí es cometer la tontería de encerrarse en la casa toda una semana a tweetear lo mal que está el país y esperar que con eso se solucionen las cosas.

Siempre se los digo a todo el que conozco que marcha y protesta en la calle en estos días: hay que ver más allá de lo que estamos acostumbrados a ver. Hay que entender que este es un país enorme, es un país demasiado más grande de lo que casi todos piensan. Que no solo somos estudiantes, médicos, empresarios, amas de casa y comerciantes; que somos obreros, buhoneros, chicheros, señoras que limpian, campesinos, autobuseros, manicuristas y perrocalenteros. Y que todos (subrayo el TODOS) son vitales para que el país cambie de verdad. No servirá de nada cambiar de presidente si él o ella no pueden inspirar a todos (subrayo de nuevo el TODOS) los sectores de la sociedad a trabajar duro para sacarnos adelante. No servirá de nada protestar en la calle si el mensaje de democracia y libertad no le llega a todos (de nuevo, bien subrayado, TODOS) y los inspira a creer que no es solo una salida, es una alternativa lo que  necesita Venezuela.

Aún siento que hay tiempo de que todos y cada uno, desde su trinchera particular, vea como podemos construir esa alternativa. La oportunidad que se nos presenta es una de oro. Cohesionemosnos detrás de una idea, detrás de un ideal que haga que todos (Subrayado por última vez, TODOS, oficialistas y opositores) creamos que es posible ese país de progreso, libertad, paz y respeto mutuo.

28/3/14

Celioski's Indietronic MIx #32




Weekly playlist of my favorite Indie dance, indietronic, nu disco, chillout, indie electro, deep house, IDM, alternative dance and indie pop songs and remixes. If you enjoy it, give it a like or follow me in www.8tracks.com/celioski

Tracklist:
01. Bombay, El Guincho
02. S.O.S, Waylayers
03. You are the One (St Lucia remix), Charlie XCX
04. Take Flight, Olynpic Aryes
05. So Demanding, Bag Raiders
06. Mirrors (Hey Champ remix), Hey Champ
07. Holy Kiss (WAEK remix), Anything Maria
08. Loving Free, Spazzkid
09. Open Up (Motez remix), Owl Eyes
10. You (Ha Ha Ha) (Goldroom remix), Charlie XCX
11. Faces, Maur Due & Lichter
12. A tout a l'heure, Bibio
13. Everything comes down to you, Pyyramids
14. I want what's best, Outfit

22/2/14

La crisis venezolana

Caracas, 20 de Febrero, 2014.

Hay una crisis en Venezuela, una crisis que tiene raíces políticas, económicas y sociales. Más allá de tomar postura firme sobre el asunto, este artículo es un intento de explicar estas raíces y sus consecuencias desde mi punto de vista y como estos eventos estan afectando diariamente al venezolano promedio.

Yo vivo en un país polarizado. Desde 1998 el escenario político cambió cuando Hugo Chávez asumió la presidencia e inció lo que él llamó "Revolucion Socialista Bolivariana". Esta revolución se basó supuestamente en el hecho de que a pesar de contar con uno de los ingresos per cápota más altos de Latinoamérica, aproximadamente 70% de nuestra población vivía en la pobreza. Esta desigualdad fue vista como causada por la corrupción gubernamental de los partidos tradicionales que se intensificó en los años 70 y 80 del siglo pasado. Chávez inició entonces una suerte de "purga" del campo político, efectivamente aplastando a los viejos partidos y apoderandose lentamente de todas las instituciones y poderes públicos de la República.

Consecuencia de esto, hoy tenemos a un Tribunal Supremo de Justicia en el que hay jueces que abiertamente han apoyado (o siguen apoyando) al partido de gobierno (PSUV); jueces que fueron designados en su cargo por una Asamblea Nacional en la que las fuerzas de este partido de gobierno son abrumadoramente aplastantes. La ley electoral fue cambiada por ambas instituciones para permitirle al partido de gobierno un control confortable de todo puesto de elección popular, basado esto en el apoyo de una mayoría importante de los votantes con el que contaba el PSUV, al menos hasta abril del año pasado.

En ese momento la crisis política se desató. La negativa del partido de gobierno a reconocer la mera existencia de personas que lo adversan tomo forma como censura de medios en los que se exponían las visiones y voces de la oposición, persecusión política y el desarrollo de una retórica agresiva (Uso de descalificaciones como "escuálidos", "facistas", "golpistas", "traidores", "vendidos", etc.) con el objetivo de destruir las bases morales e ideológicas de cualquier líder que no comulgara o apoyara a la revolución. Esto llevó a una profunda división de la sociedad venezolana en tres "lados": los "chavistas", seguidores fieles de Chávez y su partido; "opositores (escuálidos)", que es todo el que esté en contra del partido y sus políticas; y los llamados "ni-ni" o neutrales, que no apoyan abiertamente a ningún lado pero que en parte se movilizan durante la época electoral.


El principal problema es que, cuando una sociedad se polariza, el conflicto surge. La oposición culpa al gobierno de que sus políticas fallidas y actitu antidemocrática han llevado al país al caos, mientas que el gobierno acusa a la oposición de un contínuo plan de desestabilización/ golpe de estado/ invasión extranjera que nunca se materializa y cuyas pruebas nunca presentan. Pero más allá de las élites políticas, esta división afectó la vida del venezolano promedio: familias que se distanciaron, amistades que se perdieron, lugares de la ciudad a la que no podías ir con un símbolo de tu preferencia política por miedo a la agresión física. La discriminación política se convirtió en moneda de circulación corriente en muchas compañías, tanto privadas como públicas.

Ahora, entrando en el aspecto más filosófico: es un hecho innegable que el PSUV ha ganado la mayoría de las elecciones que se han llevado a cabo desde 1998. Sin embargo, una pregunta surge: ¿El ganar una elección significa que puedes imponer tu visión y tus deseos sobre la minoría que no te apoya?

Recordando la frase de Lord Acton: "El mal prevalente de la democracia es la tiranía de la mayoría, o mejor dicho de ese partido, no siempre mayoritario, que gana, por la fuerza o por el fraude, una elección". Yo creo que esto es lo que vivimos en Venezuela.

Estos tipos de gobierno no son extraños a la dinámica política de cualquier sociedad: si ellos pierden su base de apoyo, si hay suficiente descontento, caerán. Desafortunadamente, lo que los hace diferente a los gobiernos verdaderamente democráticos es que ellos no caerán sin antes dar una pelea y, tristemente, es eso lo que estamos viviendo en mi país ahora: la lucha por permanecer atornillados al poder.



La calidad de vida en el país se ha deteriorado de una manera acelerada en los últimos dos años. El problema de la violencia afecta a cada rincón de Venezuela, desde los pueblos más rurales a las ciudades más grandes; desde el obrero al empresario. Tan solo en 2013 murieron 25.000 personas victimas de la violencia, la mayoría asociada a crímenes como robos, secuestros, luchas entre pandillas y narcotráfico. Este número palidece frente a los 9.000 ciudadanos muertos violentamente en Iraq, un país en el que bien sabemos que hay una guerra intenstina en desarrollo. La tasa de impunidad es tan alta que se estima que de cada 10 criminales atrapados por las fuerzas policiales, 9 quedarán libres y sin cargos en menos de 48 horas. La tasa de homicidios es tan alta que se estima que un venezolano es asesinado cada 30 minutos en alguna parte del país.

La perspectiva económica no es esperanzadora tampoco. El gobierno adoptó en 2003 una tasa de cambio fija en la que ellos decretan el valor del dólar y controlan todos los mecanismos de adquisición de divisas. Esto ha creado una fuerte distorción en la economía porque hay muy pocos dólares disponibles para satisfacer la demanda, aunado a la profunda corrupción administrativa en la asignación de las divisas (casos famosos como el maletín de Antonini, el cadivismo deportivo, las empresas de maletín, entre muchos otros). Al día de hoy, la tasa oficial está fijada en 11,70 bolívares por dólar, pero obtener divisas a este precio es tan difícil para la mayoría de las empresas y ciudadanos que es natural el surgimiento de un mercado negro, donde la tasa es hasta 8 veces superior a este valor (hoy la tasa cerró en 89 bolívares por dólar). Como la mayoría de los bienes de consumo en el país no son producidos en Venezuela (es mucho más barato importarlos que producirlos internamente), el salario real ha perdido su valor (por ejemplo, mi sueldo de 8.000 bolívares equivale realmente a aproximadamente 90 dólares, mientras la gran mayoría de venezolanos gana sueldo mínimo de aproximadamente 3.200 bolívares)

Esta distorción tiene un lado aún más macabro: escacez. Hoy día es un milagro el encontrar todos los artículos básicos en un solo lugar; la mayoría de los venezolanos deben hacer peregrinaje a diferentes mercados y supermercados para adquirir todo lo que necesitan. Y no estoy hablando de carne de ternera o queso importado: hablo de no encontrar leche, azúcar, harina...incluso papel higiénico. Ayer tuve la suerte de encontrar jabón para lavar, así que compré 3Kg solo en caso de que no vuelva a encontrarlo en los próximos meses.



Todo esto ha creado una mezcla explosiva en el país. Todo lo que hacía falta era una chispa para encender el fuego y el intento de violación cometido por un escolta del gobernador del estado Táchira dentro de una universidad de ese estado, lo hizo. Los estudiantes, indignados por este hecho, tomaron las calles de San Cristóbal, la capital del estado, e inciaron una fuerte protesta que duró por varios días ganando fuerza y expandiéndose por los estados andinos hasta el 12 de Febrero, día de la juventud en Venezuela, cuando algunos líderes de la oposición llamaron a una manifestación en Caracas y otras ciudades del país en apoyo a los estudiantes y agregando a la protesta la exigencia de un cambio político y económico del gobierno.

Esto desató una oleada de protestas y revueltas a todo lo largo del país, en su mayoría por personas de la clase media. Hay 8 personas oficialmente reconocidas como muertas durante las manifestaciones, pero hay reportes de muchas más, incluyendo varias desapariciones forzosas. En un solo día el gobierno apresó a casi 300 estudiantes, abusando físicamente de ellos y, según reportes, hasta torturándolos y violándolos.



El uso de la fuerza por parte de la Guardia Nacional ha sido fuertemente criticada: imágenes y videos muestran pruebas contundentes de soldados lanzando gas lacrimógeno y disparando balas de verdad contra ciudadanos y edificios residenciales, incluso allanando viviendas ilegalmente. Hay evidencia de abuso físico e incluso asesinatos por parte de la guardia.

¿Qué le queda entonces al venezolano promedio? La mayoría de la gente está descontenta pero teme expresarse por miedo de perder su trabajo o peor, su vida. Y la negativa de ambas partes, gobierno y oposición, a negociar una solución para la crisis, nos hace a muchos sentir desesperanzados. No queremos mas sangre en las calles, pero no podemos permitir que nuestras libertades de expresión y prensa son suprimidas, mientras gente menor a 25 años es asesinada en manifestaciones y mientras tengamos que hacer colas de 2 horas solo para obtener una ración de pollo a precios accesibles.

Trato todos los días de recordarme a mi mismo que sí hay caminos para salir de esto, pero es imposible sacudirse la oscura sensación de que no llegará en el corto plazo. Mi única esperanza ahora es que el resto de mundo se refleje en el espejo venezolano y los peligros de permitir que las mayorías políticas aplasten a los demás.


21/2/14

The Venezuelan Strife

Caracas, February 20th, 2014.

There is a crisis in Venezuela, a crisis that has politic, economic and social roots. Beyond trying to take a stance on the matter, this article is an attempt to explain these roots and their consequences in the country and how these current events are affecting the average hard-working Venezuelan on a daily basis.

I live in a polarized country. Since 1998 the political scenario changed when Hugo Chávez became President and started what he named “Bolivarian Socialist Revolution”. This revolution is supposedly based on the fact that although we had one of the highest GDP per capita in Latin America, about 70% of our people lived in poverty. This inequality was seen as caused by the governmental corruption that intensified in the 70’s and 80’s decades of the past century. Chávez started then a sort of “cleanse” of the political field, effectively crushing the old parties and seizing basically all the institutions and constitutional powers in the Republic.

Today we have a Supreme Court with judges openly supportive of the government party (PSUV), who were appointed by a National Assembly overwhelmingly controlled by this same party. The electoral laws were changed by both institutions to allow a comfortable control of every post that is open to an election because the PSUV counted with a large majority of the voters until at least last year.

The political crisis thus started. The denial of the government party to acknowledged the very existence of the opposition, their views and voices took shape as media censorship, political persecution and the development of an aggressive rhetoric aimed to smash the moral and ideological foundation of any leader who does not share or support the revolution. This lead to a profound division in the Venezuelan society in three ‘sides’: the ‘chavistas’, supporters of Chávez and his party; ‘oppositionists’, who are against the party and their policies; and the so-called ‘ni-ni’ (ni-ni is a wordplay for ‘neither this nor that’) or neutrals, who do not openly support either side but partly mobilize when it’s elections time.




Whenever a society is polarized, conflict arises. The opposition blames the government for all their failed policies while they accuse the opposition of a continuos plan for a coup-de-etat that never comes. But beyond the political elite, this division also affects the lives of the average citizen: a there are parts of the city of Caracas that an oppositionist could never go to without risking an attack by government supporters and political discrimination became a staple in many companies, private or public.

Now, it’s an undeniable fact that the PSUV has won most of the elections that have been contested since 1998. Still, a question arises: does winning an election mean you can impose your view on the minority that does not support you?

Remembering the phrase by Lord Acton: ‘The one pervading evil of democracy is the tyranny of the majority, or rather of that party, not always the majority, that succeeds, by force or fraud, in carrying elections.’ I believe this might be the case in Venezuela.

These types of governments are no strangers to the political dynamic of any society: if they lose their base of supporters, if there is enough discontent, they will fall. Unfortunately, what makes them different from truly democratic governments is that they won’t fall without a fight and, sadly, that is what we are experiencing right now in Venezuela: the struggle to remain in power.




The quality of life in the country has deteriorated at an accelerated rate the past two years. The violence problem affects every corner of Venezuela, from rural towns to big cities, from working class people to wealthy citizens. In 2013 alone, about 25,000 people were killed in violent events, the majority of which are associated with robbery, kidnapping, gang violence and drug trafficking. This number pales in front of the 9,000 dead citizens in Iraq, a country with well-known internal strife. The impunity rate is so high that it’s estimated that from every 10 criminals seized, 9 will be off-charges in less than 48 hours. The murder rate it’s so high that it’s estimated that a Venezuelan is killed every 30 minutes somewhere in the country.

The economic perspective is not a happy one either. The government adopted in 2003 a fixed exchange rate where they enact the value of the dollar and control all the means to acquire foreign currency; this creates a strong distortion in the economy because there are very few dollars with a huge demand. To this day, the exchange is officially fixed at 11.70 bolivars per dollar, but getting currency at this price is very hard for most of the companies and citizens, so a black market emerges where you find the rate at 8 times this value (today it closed at 89 bolivars per dollar). Since most of the goods consumed in the country are not produced in Venezuela (it’s way cheaper to import than to produce internally), the real salary has dropped in value (for example, my salary of 8,000 bolivars equals to roughly 90 dollars, and the average salary in the country is 3,200 bolivars)

This distortion has an even worse side: shortages. Today is a miracle to find all the basic goods in a single place; most Venezuelan must travel to different markets to acquire all they need. And I’m not talking about premium meat or imported cheese; I’m talking about not finding milk, sugar, flour… even toilet paper. Yesterday I was lucky enough to find washing soap, so I bought 3Kg just in case I won’t find it again in months.




All of these things created an explosive mixture in the country. All it took was a little spark to ignite a fire, and the attempted rape by a police man inside a university in the Táchira state did it. The students, outraged by this, went out to the streets of San Cristóbal, the state capital, and started rioting demanding security and punishment to the perpetrators of the crime. The protests kept for a few days gaining momentum is the Andean states until February 12th, day of the youth in Venezuela, when opposition leaders called for a demonstration in Caracas and many other cities in support of the students protest and adding to the mix the demand for economic and political change by the government.

This has unleashed a wave of protests and riots all across the country, mostly by middle-class people. There are 6 people dead officially recognized by the government, but there are reports of many more, including enforced disappearances.  In a single day, the government seized over 300 students, abusing them and in some cases even torturing them, as reports keep coming from local jails.




The use of the force by the National Guard is being strongly criticized; as many images and videos show them shooting tear gas and real bullets to residential buildings and in some cases even illegal squatting. There’s evidence of physical abuse and even murder by these soldiers.

What is left then for the average Venezuelan? Most of the people are discontent, but they are afraid to express it for fear of losing their job or worse, get killed. And the refusal from both, the government and the opposition, to negotiate a solution to the crisis makes many of us feel hopeless. We don’t want more blood in the streets, but we can’t stand as our freedom of speech and press is crushed, as people less than 25 years old get killed in demonstrations and we have to make lines of over 2 hours to get a ration of chicken at affordable prices.

I try every day to remind myself that there is an exit to this, but it is impossible to shake the grim feeling that it won’t come in the short term. My only hope is for the rest of the world to reflect on the Venezuelan situation and the dangers of allowing a political majority to step on the others. 





13/2/14

¿Quieres una "Primavera Venezolana"?

Egipto. Túnez. Yemen. Ahí sí que hubo una primavera social y política. Ahí si que hubo una masa crítica de gente que no se detuvo hasta que el eco de su demanda llegó a ser tan alto como para sacudir al gobierno.

Hablan muchos de "primavera Venezolana". Antes de querer ser como los demás (tendencia nefasta que siempre hemos tenido) hay que recordar que nuestra sociedad no es cómo las árabes ni la lucha es por las mismas razones. No porque los gobiernos, sociedades y coyunturas se parezcan en la forma significa que sean iguales en el fondo.

Habiendo dicho esto, la protesta debe tener estrategia y contenido para poder ser efectiva. Salir por salir es salir a perder el tiempo o, cómo ya lo hemos visto, perder la vida. Hay que recordar que el gobierno y sus aliados más radicales no tienen ni una onza de escrúpulos en lo que concierne a asesinar a la gente.

Para que la protesta llegue a lo que podemos llamar "masa crítica", hay que empezar por dejar varias cosas atrás:
1) Deje de tuitear y salga a la calle. Si quiere que las cosas cambien, empiece por usted mismo; deje la comodidad de esperar que los estudiantes se maten en las calles por usted. Como siempre he dicho: si quieres que la gente salga a poner en riesgo su vida, se tú el primero dispuesto a arriesgar la tuya. 
2) Deje de pensar que con 2 horas de quemar caucho y trancar una calle basta. Hasta que no sientas que dormir es una falta de respeto, esto no va a cambiar. Hasta que no entiendas que las protestas y los espacios que con ellas se ganan deben conservarse y mantenerse, eventualmente la euforia se va a disipar.
3) Deje de pensar que todo el país es blanco y negro. La gente que apoya al 100% su protesta es una minoría. Su trabajo es ser tan contundente con el mensaje de la protesta que le haga entender a ese resto de la población por qué protestas, por qué quieres cambiar y, más importante que todo, COMO vas a cambiar. Ármate una propuesta, una hoja de ruta, porque eso toma mucho tiempo: comienza YA.
4) Deje de pensar que Caracas, Maracaibo y San Cristóbal bastan. Nunca más que ahora ha importado la lucha y la necesidad de los estados que siempre ignoran. Cuando logres que la gente de Acarigua, Tinaquillo, Calabozo y San Fernando se plegue, comulgue y apoye tu causa, sabrás que no hay vuelta atrás y estás en camino a arrinconar al gobierno. Y este mismo argumento vale para la misma Caracas: no es al que vive en el Cafetal al que tienes que convencer, es al que vive en Catia o El Valle. 
5) Sacrificio. Ese es el común denominador de cada paso que des en tu protesta. Eso es lo que nos hace diferentes a Ucrania, a Egipto, a Siria...la voluntad del sacrificio. Desarróllala y la gente se unirá tras de ti. Foméntala y tu gente cerrará filas para cuidarse entre sí. La voluntad del sacrifico es el pegamento que hace que una protesta civil aglutine y cohesione a todas las voces en un solo clamor.

Queda entonces esperar que el protagonismo sea de cada venezolano y que la coherencia se apodere de la calle. La protesta sin estrategia es como un berrinche rebelde: se extingue tan rápido como inició. Nunca he estado en contra de salir a la calle a defender el ideal de un país con instituciones firmes, con democracia sólida y libertades civiles, pero hacerlo sin un plan es caer en el juego del gato y el ratón, juego que los gobiernos saben jugar muy bien.